jueves, 22 de julio de 2010

Leopold Mozart, Wolfgang y Nannerl


Wolfgang Amadeus y su hermana Maria Anna, llamada Nannerl,
en un miniatura de c. 1785

En el verano de 1763, Leopold Mozart concluyó que ya era hora de dejar atrás Salzburgo definitivamente y partir en una gran gira internacional con su retoño Wolfgang Amadeus y su hermana mayor, Nannerl, quienes desde muy niños habían mostrado un talento musical extraordinario.
Un año antes, en 1762 (Wolfgang no cumplía seis años) habían visitado Münich con gran éxito y luego en septiembre del mismo año habían deslumbrado a las cortes de Viena, cosechando aplausos fervorosos en ambas ocasiones además de uno que otro regalito como relojes o vestidos elegantes, y también algunos besos en las mejillas.

Al regreso de estas visitas 'relámpago' cuyo viaje de ida como de vuelta tomaba un par de semanas, Leopold comenzó a planificar una extensa gira por Europa que va a durar más de tres años, llevándolos a recorrer toda Francia  y toda Inglaterra, para dar a conocer al mundo lo que él llamaba "el regalo que Dios me ha concedido", y esperando obtener de ello, naturalmente, algún dinerillo, que ni entonces ni ahora nunca ha estado de más.

Leopold estaba en lo cierto. El enorme periplo fue todo un éxito en varios sentidos: el pequeño Wolfgang, de 7 años, se dio a conocer en las cortes de grandes monarcas y príncipes; también realizaron su 'número' en todos los pueblos que los vieron pasar; profundizó su experiencia como músico, como improvisador y compositor; encima de todo ello, ganaron dinero, y bastante.

Pero todo esto no cayó del cielo ni surgió porque sí.
Leopold, visto ahora desde nuestra perspectiva, se comportó, en la segunda mitad del siglo XVIII, como un avezado emprendedor del siglo XXI. El productor Leopold, antes de llegar a cada pueblo, hacía publicar en los periódicos locales un aviso anunciando la llegada de estos niños geniales e informando de las maravillas que podían hacer con un teclado en sus manos, incluso si éste era cubierto con un paño de modo que los niños no pudieran ver las teclas.
Un aviso en un periódico londinense, de 1763, reza así:
"A todos los amantes de las ciencias:
El mayor prodigio de que Europa, y aun la naturaleza humana, puede enorgullecerse es, sin duda, el niño Wolfgang Amadeus Mozart: un niño de 8 años que ha causado con toda justicia la admiración no solo de los hombres más eminentes, sino también de los más grandes músicos de Europa. Es difícil decir qué cosa es en él lo más admirable, si su ejecución en el clavicémbalo y su lectura a primera vista, o su propia inventiva, fantasía y composiciones para todos los instrumentos. El padre de este milagro, viéndose obligado por el deseo de varias damas y caballeros a posponer, por muy breve tiempo, su partida de Inglaterra, ofrece la oportunidad de oír a este pequeño compositor y a su hermana, cuyo conocimiento musical no necesita ser ensalzado. Actúan cada día de la semana, de 12 a 3, en la gran sala de Swan and Hoop, en Cornhill. Entrada: 2 chelines y 6 peniques por persona".


Pero si Leopold fue un extraordinario productor de eventos, no lo hizo tan bien como manager o promotor. Infructuosos fueron sus esfuerzos –afortunadamente por conseguir para Wolfgang un empleo estable en una corte encumbrada que no fuese la de Salzburgo, que ni siquiera era encumbrada.

Es verdad que María Teresa de Austria le regaló en Viena un traje de gala a cada uno de los niños en su visita de 1762. Pero no es menos cierto que algunos años más tarde, en 1771, le contestaba a su hijo el archiduque Fernando quien la consultaba por la posibilidad de que Wolfgang le prestara sus servicios, que ni se le fuera a ocurrir admitir en su corte a "un compositor ni a otras gentes inútiles parecidas" y en particular, a ninguno de los Mozart "que andan rodando por el mundo como pordioseros".

No vamos a negar que a María Teresa se la recuerda como gran impulsora de las ciencias y las artes. Diríase que fue una genuina representante del despotismo ilustrado, si bien en este caso la anécdota la muestra un poquitín más déspota que ilustrada.
La emperatriz se fue de este mundo en 1780 así que es posible que alcanzara a disfrutar de alguna de las tres sonatas que el pordiosero Mozart compuso en París, en 1778.

No tan conocida como la sonata en La mayor a propósito de su movimiento final, el rondó alla turca o marcha turca pero tanto o más bella que ésta, es la sonata en Fa mayor. Muestra la típica estructura clásica de movimientos rápido - lento - rápido. El movimiento lento es uno de los adagios más dulces y delicados de la música para teclado de la época.




Pero Wolfgang Amadeus, como se sabe, no compuso sólo para el piano. También compuso ópera. A continuación, se presenta el aria "Soave sia il vento" de la ópera bufa Cossi fan tutte, compuesta en 1790, un año antes de que el mundo perdiera a Wolfgang. El mundo había perdido al incansable productor Leopold en 1787.
A veces, los sentimentalismos pueden jugarnos una mala pasada. No faltan quienes sueltan abundantes lágrimas ante este canto de inconsolable abandono y dolorida tristeza. El canto es un adiós, pero un adiós fraudulento: el varón está engañando a las chicas para ganar una apuesta. Lo que no quita que el terceto sea bellísimo. Tal vez el dolor lo haya impuesto una tristísima escena de la película The Closer, en que una desequilibrada ruptura amorosa tiene lugar en los pasillos de un teatro mientras al interior de éste, los cantantes interpretan el aria.



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4 comentarios :

  1. Hermosísima aria, al igual que la sonata. Gracias por deleitarnos con esta belleza. Besos miles... Queca

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  2. Bella, muy bella la sonata y la interpretación
    Gracias amigo

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  3. A Queca:
    Bieen quequita. Sábía que ibas a pasar por aquí y que lo disfrutarías.

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  4. Al amigo anónimo: gracias por el comentario. Me incentiva para seguir dando a conocer estas joyitas a quien quiera escucharlas, sin academicismos de por medio.

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