miércoles, 23 de abril de 2014

Chopin: Scherzo N° 1



Para 1833, apenas dos años después de establecerse en París, Frédéric Chopin había conquistado a buena parte de la alta sociedad francesa, al punto de que la Revue Musicale de esos años pudo expresar su opinión del músico polaco en los siguientes términos:
"Chopin se aparta en forma deliberada de los caminos trillados. Su ejecución y su composición han sido aceptados desde el comienzo con tal consideración, y ha adquirido tanta reputación, que en opinión de muchos este artista es un fenómeno inexplicable."
Y, curiosamente, todo aquello también resultaba inexplicable para el mismo Chopin. En carta a un amigo polaco de la infancia, escribe, en enero de 1833:
"¡Ya estoy lanzado! Me veo en la alta sociedad, entre embajadores, príncipes y ministros, y no sé por qué milagro, pues no he hecho nada para entrar en ella. Pero dicen que para mí es indispensable codearme con esa gente, porque de ahí, afirman, viene el buen gusto. En el acto eres poseedor de un gran talento si has sido escuchado en la embajada de Inglaterra o en la de Austria. Tocas mejor si la princesa de Vaudemont te ha protegido..."
Buenos tiempos
No sé por qué milagro, escribe Chopin. Eso sí que es increíble. Nada de fatuo tenía Chopin, al parecer. Es que por esos años las cosas marchaban bien, en general. Sus alumnos, al comienzo aficionados la mayor parte, pertenecían a la aristocracia parisina. Ello le permitía cobrar sus lecciones a 20 francos la hora. Si consideramos que, por ejemplo, su criado le significaba un desembolso de 70 francos mensuales, los veinte francos por hora no le venían nada de mal.

Otra historia, muy distinta, es la relacionada con los réditos por obra publicada. Chopin vendió a sus editores la totalidad de su obra en apenas 17.000 francos. Forman parte de toda esa producción los cuatro scherzos publicados entre 1835 y 1843.

Scherzo N° 1 opus 20 en si menor
Esbozado con alguna probabilidad en 1831 en Stuttgart mientras iba camino a París desde Viena, el Scherzo N°1 fue publicado en París en 1835, con dedicatoria a su amigo Thomas Albrecht, quien luego del fallido levantamiento de Varsovia de 1831 le había sugerido con mucho acierto no regresar a Polonia.

La obra inaugura el modelo al que Chopin será fiel en los tres scherzos posteriores. Innovando en cuanto al nombre y la forma, los scherzos de Chopin no son una diversión ni forman parte de una obra mayor donde estén destinados a separar el allegro del adagio o bien uno de éstos del final de la pieza, al estilo de Mozart o Haydn. Son, en palabras del pianista y director Alfred Cortot "...juegos aterradores; son danzas, pero afiebradas, alucinantes; sólo parecen seguir el ritmo de los tormentos humanos", lo que aplica, de manera genuina, al menos a los tres primeros scherzos.

La versión es del pianista chino Yundi Li.


Estructura
Al igual que el resto de los scherzos, la pieza es de naturaleza ternaria, con estructura ABA con coda, es decir 1er tema (00), 2do tema (3:50), y vuelta al primero (7:00), más una coda (9:12). Se inicia con dos acordes en fortissimo que introducen el primer tema a una tremenda velocidad poniendo al intérprete tempranamente en aprietos. La sección central le ofrece una desahogada tregua en forma de una tierna canción de cuna, tomada –algo inusual en Chopin– de una melodía popular ("Duerme, Jesucito, duerme"). Luego reaparecerá el trazo furibundo que, después de su repetición, desembocará en una breve coda que conducirá la pieza a un final brillante.

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